La corrupción se ha manifestado de distintas maneras a través del tiempo. Es posible llegar a esta conclusión debido a la denominación de la misma como un fenómeno social, lo que quiere decir que su significado es dependiente en manera absoluta de la concepción de la realidad percibida en un tiempo y lugar específicos. Es por esto que no existe una denominación precisa sobre dicho concepto.
La corrupción que se manifiesta dentro de la más íntima organización del Estado pende siempre de un rol posicional donde se evidencia una desviación del poder adquirido, con el fin de obtener un beneficio, que será propio o en favor de un tercero, siempre que sea ajeno a los fines y funciones específicas que se determinan frente al poder otorgado a quien genera la conducta.
En Colombia se ha venido evidenciando una creciente tendencia a la utilización del término corrupción frente a un sinnúmero de conductas, tanto así que ha llegado a denominarse como el “delito de moda”. Esta determinación sobre las conductas lleva a pensar que en el país la corrupción está llegando a trascender límites aceptables para llegar a convertirse en una pandemia social. En palabras de la doctrina, frente a las etapas o niveles que se han establecido frente al fenómeno de la corrupción, Colombia está padeciendo una corrupción sistémica, que en caso de descuido puede llegar a conformarse como endémica, lo que implicaría que cada persona, cualquiera que sea su función dentro del Estado, tendrá dentro de sí una tendencia real a la corruptibilidad.
Según el Fiscal General de la Nación, el Dr. Néstor Humberto Martínez, en Colombia la corrupción es el delito que más crece, y lo hace a pasos agigantados. Conforme a la información ofrecida por el servidor, aproximadamente el 13.5% de las investigaciones adelantadas por la entidad que este dirige están ligadas con delitos en contra de la administración pública, los cuales se asimilan a la corrupción.
Las palabras del máximo representante del ente investigador evidencian la sistematicidad de la corrupción en Colombia, pues según sus declaraciones al periódico El Espectador, publicada el 5 de abril del presente año, la corrupción “Ha ganado una característica de sistematicidad. Primero, porque no se trata de un comportamiento aislado sino generalizado. Segundo, la corrupción no es un fenómeno del sector público, es un fenómeno que afecta por igual”
El caso más reciente de corrupción se presentó con el escándalo de la empresa Odebrecht, este caso de corrupción, que ha sido el más sonado en los últimos tiempos en un nivel latinoamericano, evidencia a todas luces la sistematicidad de la corrupción. Esto se debe a la denotación de lo sistemático como el uso generalizado de conductas que llevan a la utilización de recursos que se ponen a disposición del público, con el fin de generar un bien mayor en lo personal.
El caso Odebrecht es un vivo ejemplo de una corporación que incluyó dentro de sus políticas institucionales la utilización de los recursos en favor de la corrupción, para de esta manera obtener un provecho propio. Esta empresa se convirtió en el sujeto activo de una gran cantidad de actos de corrupción que tuvieron repercusiones en toda América, y que en Colombia han salpicado a un gran número de servidores públicos e incluso instituciones completas.
De igual manera podemos retroceder en el tiempo y analizar uno de los actos de corrupción que generaron una preocupación generalizada no solo en la administración, sino en las personas del común. La afectación de los intereses públicos es algo que retumba en los oídos de todas las personas, es por esto que, en mi concepto, los actos como el que se está próximo a enunciar deben ser observados con un mayor detenimiento, con el fin de evitar que se repitan.
El llamado “Carrusel de la Contratación” ha sido uno de los peores y más descarados actos de corrupción que se han evidenciado en Colombia. Cuando se habla de la construcción de troncales de Transmilenio es evidente la preocupación que se dibuja en los rostros de los habitantes de Bogotá, esto se debe a que la adjudicación de la construcción de la denominada etapa III de Transmilenio, que circula por la calle 26 de la ciudad, al Grupo Nule, por parte del entonces Alcalde Mayor Samuel Moreno.
El escándalo generado por el retraso en la entrega de la troncal de la calle 26 y la calidad de los materiales utilizados generó que se adelantara una investigación que terminó en condena para los primos Nule y para Samuel Moreno.
Haciendo un análisis del caso es evidente la necesidad de la concurrencia de voluntades para generar una desviación de recursos públicos, que deben estar destinados para la satisfacción de las necesidades con el mismo carácter. La dilatación en los procesos de construcción y la calidad delos materiales permitió que, conforme al acuerdo entre los condenados, los dineros del público fueran a parar de manera directa en las cuentas de cada uno de ellos.
Como estos existe una cantidad inimaginable de casos de corrupción, que no están ligados púnicamente con la administración pública, aunque este campo sea el que tiene una protección especial, tal como lo establece la Ley 1474 de 2011. Como ejemplo de lo anterior se puede enunciar el caso del máximo ente del fútbol mundial, la FIFA.
A manera de conclusión ha de mencionarse que la corrupción y la corruptibilidad de los actos se encuentra dentro de la naturaleza de los mismos desde tiempos inmemorable, es por esto que la corrupción se ha denominado como una enfermedad social, tanto así que se ha llegado a categorizar con referencia a los estados de una enfermedad patológica (ocasional – sistémica – endémica) y aunque parezca que esta no tiene cura, como un tipo de cáncer terminal, si es posible controlarla, aislarla, hasta el punto de ser prácticamente indefensa.
De lo anterior surge la necesidad de estatutos y normas que hagan las veces de una medicina o vacuna o incluso terapia que ayuden con la contingencia de la corrupción como enfermedad; ha de seguirse el desarrollo de las mismas, tal como se ha hecho con la Ley 1474 de 2011 y la Ley 1778 de 2016.
Aunque la corrupción en Colombia haya alcanzado niveles sistemáticos, niveles que cada vez son más altos, es necesario ser conscientes que es posible hacer frente a esta enfermedad y hacerla retroceder hasta el punto de inflexión, donde la conducta sea ocasional o, aún mejor, nula.
Dr. Julio Guzman Gaitán